noviembre 24, 2024

Frío, frío

Foto: Gestión

Autor: Alonso Segura

El crecimiento del PBI de julio (-1.29%) tomó por sorpresa a algunos. El Ministro de Economía y Finanzas ha sido criticado tras esta cifra, por anunciar una recuperación que no se dio. Sería prudente, en aras de mantener credibilidad, evitar anuncios basados en información limitada y sujeta a márgenes de error grandes. Pero lo cierto es que el consenso también ha sido muy optimista y las proyecciones se han ajustado mes tras mes a la baja, algunos incluso negando que estemos en una evidente recesión. Las proyecciones del BCR para este año, por ejemplo, han sido muy parecidas a las del MEF, han sufrido recientemente un recorte sustancial (de 2.2% a 0.9%), y muy probablemente volverán a recortarlas. El crecimiento acumulado del año es -0.58% y el de los últimos doce meses 0.48%.

En perspectiva, este año va a ser el de peor crecimiento, excluida la pandemia, en más de veinte años. Factores externos y climáticos no explican cabalmente lo que está ocurriendo. El severo y prolongado deterioro de expectativas, tanto empresariales como del consumidor, responden en no menor medida a factores domésticos extraeconómicos. La clase política, con su extensa lista de desaciertos, está minando no solo el clima de inversión y generación de empleo actuales, sino las posibilidades de crecimiento y desarrollo futuros. 

En el corto plazo, sin embargo, debería haber mejoría, poco a poco. La inflación está cediendo y con ello mejorarán las perspectivas de consumo de hogares. El BCR ya inició un ciclo gradual de recorte de tasas, y si bien su impacto pleno se sentirá en tres trimestres, ayuda en la recomposición de expectativas que, tímidamente, pero ya se está viendo. Los precios de materias primas continúan elevados, y, por tanto, salvo un mayor debilitamiento de crecimiento externo o un FEN fuerte o extraordinario, la economía debería reengancharse. El contexto no da para un 2024 que despierte grandes ilusiones, sino uno mediocre pero mejor al 2023 (¿2% como punto de partida?).

¿Qué pedirle al gobierno (al Congreso cruzar los dedos por menos autogoles)? Que deje de contribuir al debilitamiento institucional y de políticas públicas. Que se aboque a resultados antes que a anuncios. Que en ausencia de grandes reformas, impulse micro reformas sectoriales (algunas pueden ser de alcance transversal) y levantamiento de barreras, burocráticas y tramitológicas, a la inversión y la generación de empleo. Que respete los compromisos fiscales y no busque pretextos para mayor gasto público sin impacto relevante en la calidad de vida de los peruanos. Que priorice con urgencia las tareas de prevención (¡ejecuten!) y reserve recursos para una eventual respuesta ante el FEN. La lista podría sermás larga, pero este sería un buen punto de partida.

Original publicado en Gestión