diciembre 23, 2024

Una estrategia alternativa de crecimiento

Imagen: Gestión.

El ministro de Economía Waldo Mendoza mencionó recientemente que la industrialización no es un camino realista para nuestro desarrollo. No le falta razón.

¿Qué alternativa es realista y puede, a su vez, lograr las dos principales ventajas históricas de la industrialización: (a) emplear productivamente a la mano de obra no calificada que abunda en el Perú y (b) generar capacidades que permitan sofisticar nuestro aparato productivo?

Hay un camino. Obviamente, no es seguro (ninguno podría serlo), pero sí posible. Recordemos que, en las últimas décadas, ha habido una migración hacia métodos avanzados de producción –que incluyen mejoras continuas de productividad y calidad mediante ciclos cortos de aprendizaje– en muchos sectores, entre ellos los de recursos naturales. Qué se produce se ha vuelto casi menos importante que cómo se produce.

Por ello, una estrategia de crecimiento podría tener tres objetivos principales: (a) facilitar y/o consolidar el crecimiento de todos los sectores con potencial, incluido el industrial; (b) insertar a la mayor cantidad posible de MYPE en cadenas de valor dinámicas; y (c) utilizar los recursos naturales como plataformas para generar ecosistemas de conocimiento.

Esta propuesta se puede visualizar claramente en la agricultura. En un extremo, tenemos a empresas agroexportadoras (medianas o grandes) que utilizan métodos avanzados con niveles de productividad entre los más altos del mundo y que emplean a muchos peruanos. En el otro, a muchos más parceleros rurales de subsistencia dedicados al autoconsumo y sin actividad comercial relevante. En el medio, a muchos pequeños parceleros que ya escaparon de la subsistencia, pero que, en su gran mayoría, utilizan métodos agrícolas tradicionales.

Hemos avanzado en el primer objetivo. Estamos entre los principales exportadores del mundo en varios cultivos, y la agroexportación genera cientos de miles de empleos directos e indirectos. Obviamente, hay cosas que mejorar, y podemos crecer más en los productos existentes y en muchos otros.

Ello requerirá avanzar en el segundo objetivo. Hasta el momento, solo un bajo porcentaje de pequeños productores ha migrado a métodos avanzados. Podrían ser muchos más. Para insertarse en cadenas agroexportadoras –palta, mango, banano orgánico, jengibre, aguaymanto, quinua, etc.–, requieren satisfacer los estándares que estas demandan. Pero pocos pueden lograrlo. No porque sean incapaces de aprender, sino porque cumplirlos requiere hacer inversiones costosas y tener acceso a conocimientos que normalmente no poseen.

Para ayudar a los pequeños productores, hay que ponerlos en el centro de las políticas de desarrollo productivo. Y trabajar en dos instancias: nacional y territorial. La instancia nacional debe “bajar” a los territorios, donde usualmente se implementa. No basta con asignar presupuesto. Debe acompañar la implementación y asegurar que las políticas nacionales sean útiles. Y, cuando no lo sean, “subir” para corregir y mejorar. El éxito va a requerir el compromiso y liderazgo de los ministros.

Ello difiere de cómo se enfocan normalmente los problemas productivos. Por lo general, el MEF asigna presupuestos, pero no entiende los temas productivos. Y cada entidad pública trabaja por su lado: diseñan e implementan programas sin escala y que no responden a las necesidades de los pequeños productores, y asumen que los problemas se solucionan colocando recursos o haciendo capacitaciones.

El éxito requerirá inevitablemente un compromiso del sector privado. Muchas agroexportadoras están integradas verticalmente. Ganarían si, cuando sea posible, incluyen como proveedores a más pequeños productores. No es solo responsabilidad social. Es un beneficio mutuo y para el país: las empresas agroexportadoras lograrían más stakeholders y accederían a producción en distintos pisos ecológicos, lo que les permitiría ampliar su ventana de exportación

También se ha avanzado poco en el tercer objetivo: generar un ecosistema de innovación alrededor de la agroexportación. Nuestras agroexportadoras son altamente productivas, pero casi no han desarrollado variedades locales. Por ejemplo, somos el primer exportador mundial de arándanos A PESAR de que la mayor parte es Biloxi, una variedad pública que, aunque se adecuó bien a la costa peruana, tiene una fruta bastante ácida. Tampoco hemos desarrollado un ecosistema de empresas biotecnológicas o de maquinaria agrícola. Y, en términos de investigación pública, el INIA es, lamentablemente, irrelevante.

Este potencial y estrategia de crecimiento (con sus tres objetivos) no se limita a la agroexportación. Se puede avanzar también en muchos otros sectores, como acuicultura y pesca, forestal, ganadería, textil, etc. También en servicios, como turismo y gastronomía y comercio, tanto para el mercado de exportación como para el doméstico.

Mención especial merece la minería, el sector que contribuye más a nuestras exportaciones y recursos fiscales. Muy probablemente, hemos comenzado un nuevo superciclo de varias materias primas, en particular el cobre. El reto será convertir los recursos generados por una minería respetuosa en desarrollo productivo territorial, comenzando por las áreas de influencia minera. Pero esto no ocurrirá si hacemos lo mismo de siempre: necesitamos una decisión deliberada de hacerlo distinto (La Minería y el Desarrollo Territorial).

El país ha votado por un cambio. Las respuestas estándar de derecha a nuestros problemas más acuciantes son insuficientes. Se necesita una estrategia alternativa. No por ideología o revanchismo, sino porque parece ser nuestra mejor opción. No son sueños de opio. Son posibilidades evidentes para todo aquel que haya estado prestando atención.