diciembre 23, 2024

Diálogo y respeto por el Perú

Todos aquellos preocupados por las debilidades y carencias de nuestro estado y de sus políticas públicas hemos buscado promover, desde donde nos ha tocado estar, una mirada propositiva de mediano y largo plazo que contribuya a un mayor bienestar y desarrollo en el país. Hoy las urgencias hacen imposible discutir horizontes tan largos y nos obligan a concentrarnos en lo inmediato. La muerte de compatriotas en las protestas producidas tras el intento de golpe del expresidente Castillo, actos vandálicos en el marco de las mismas, una conducta displicente y arrogante por parte del Congreso son, entre otras, situaciones extremas que debemos atender con urgencia si queremos retomar una senda de desarrollo. Sin erradicar la violencia, sin reducir la polarización, sin escuchar con respeto, sin generar instrumentos para canalizar las demandas, sin un mínimo de paz democrática, esto no será posible.

Frente a un escenario así, a pesar de lo titánico de estas tareas inmediatas, no basta con quedarnos en el presente. Tenemos también la obligación de mirar al pasado para enfrentar el futuro.

En el pasado, el crecimiento económico de inicios de siglo debió enseñarnos sobre sus aspectos positivos, pero también sobre las serias limitaciones de nuestro “modelo económico”; y la pandemia, sobre los quiebres y distancias que persisten en nuestro país. Quienes creen que en un país tan desigual como el Perú el crecimiento económico lo resuelve todo, están tan equivocados como quienes creen que sin un más alto y sostenido crecimiento y sin sólidas instituciones de mercado podremos lograr el bienestar que con justicia demandan los peruanos.

A pesar de los complejos momentos en los que parece reinar el desgobierno y se multiplican los actos de corrupción, debemos reflexionar y reconocer que, a pesar de sus problemas y demoras, había valiosos procesos de reforma en el Estado que se detuvieron, degradaron e incluso, en algunos casos, se revirtieron.

Es urgente señalar las causas que impiden una mejor política y nos arrastran hacia una situación disfuncional. La mediocridad y corrupción que se esconden tras discursos grandilocuentes. La polarización ideológica y el fanatismo, que impiden construir posiciones sensatas y dialogadas entre diferentes grupos. Una representación quebrada, con una legitimidad ausente, donde intereses pequeños y particulares han tenido peso decisivo sobre las políticas del Ejecutivo y el Congreso. Ello no debe continuar.

Invocamos a que, a la par de enfrentar los retos inmediatos, a la brevedad busquemos que en las próximas elecciones se discuta, sobre todo, ese mediano y largo plazo, que retomemos el desafío de generar una visión compartida de un país posible, y que sea ese el centro de la representación. Dialogar con respeto y con empatía por el otro, discutir propuestas que luego queden representadas en listas al Congreso, y en propuestas de gobierno, coherentes y honestas que permitan enfrentar con política y técnica los males identificados y generar compromisos exigibles a quienes sean elegidos, debe ser el centro de nuestras acciones.

No es un llamado ingenuo. Somos conscientes que es un paso muy difícil, complicado de lograr dada la alta dispersión, desconfianza, divisiones territoriales y personalismo de nuestra política. Pero sin ese necesario paso de diálogo, de construcción de alianzas, de comunicación a la ciudadanía, y de elaboración de alternativas políticas y técnicas coherentes, será imposible ya no solo sentar las bases para un país más justo, próspero y democrático, sino incluso de recuperar lo perdido.

Como peruanos interesados en el futuro del país, seguiremos colaborando, desde donde nos toque, con acciones y propuestas para la construcción de esos espacios democráticos y de sensatez. Y hacemos un llamado para que más peruanos de buena voluntad se sumen a estos esfuerzos.

Original publicado en Gestión.