A Dios rogando…
Imagen: Gestión.
La recuperación económica depende en gran medida de la evolución del virus en los próximos meses. No se puede bajar la guardia, tampoco cometer los errores de meses pasados.
Tras una primera ola del Covid-19 con consecuencias sanitarias ––contagiados, fallecidos–– y económicas ––contracción del PBI, pérdidas de empleo, caídas de ingreso, aumento de pobreza, etc.–– entre las más severas del mundo, los indicadores de los últimos tres meses muestran el inicio de una convergencia hacia niveles pre-pandemia (aunque con gran dispersión en el caso económico).
En el frente sanitario, las cifras de fallecidos totales ––fuente SINADEF, la más confiable dado el severo subreporte de las estadísticas oficiales Covid––, ya casi han regresasado a su promedio histórico. ¿Podríamos tener una segunda ola o, alternativamente, habremos logrado inmunidad de rebaño?
Es difícil hacer afirmaciones categóricas, hay mucho que aún se desconoce del comportamiento del virus. Sin embargo, hay elementos de análisis para sacar conclusiones preliminares.
Dado que las medidas efectivas de distanciamiento social no se han hecho más estrictas en los últimos tres meses, es probable que el retroceso del virus esté relacionado con el alto número de ya contagiados (y, por lo tanto, no susceptibles a ser infectados). Esto no sería un éxito ––sería consecuencia de haber tenido un virus descontrolado–– pero ayudaría en la dinámica de la epidemia.
El porcentaje todavía susceptible de contagio se podría obtener, en teoría, con la cifra de fallecidos y con la tasa de letalidad. Pero como el rango estimado sobre esta última es amplio, el de población contagiada estimada también lo es.
Es difícil pensar que hemos conseguido inmunidad de rebaño. Esta implica que el número efectivo de reproducción Rt esté por debajo de 1 en ausencia de medidas de contención. Sin ellas, el número básico de reproducción R0 se estima por encima de 2.5. Ello implicaría que se requiere el 60% de la población contagiada ––y por tanto 40% aún susceptible–para obtener Rt igual a 1 (=2.5*(1-0.6)). Por ello, 60% es normalmente considerado el umbral mínimo para obtener inmunidad de rebaño.
El Premier Martos indicó que estimados preliminares del estudio de seroprevalencia que el gobierno está llevando a cabo sugieren una tasa de contagio del 35%. Si confirmada, sería la más alta reportada hasta el momento en el mundo, pero menor al 60% necesario para inmunidad de rebaño (sin medidas).
Sin embargo, el 35% si se podría corresponder con un retroceso del virus dadas medidas de contención. Es muy probable que con el uso masivo de mascarillas y otras medidas de distanciamiento social, el número básico de reproducción R0 haya caido a 1.5 (o menos). Con dicho R0 y con 35% de peruanos ya contagiados, Rt sería 0.975 (=1.5*(1-0.35)), debajo de 1 y consistente con un repliegue de la epidemia.
Sería un retroceso precario, pues se está obteniendo con medidas de contención––los colegios y universidades están cerrados, por ejemplo, todos usamos mascarillas y tenemos otras limitaciones. Y sería precario, además, porque es aún incierto por cuanto tiempo desarrollan inmunidad los contagiados. Tiende a suponerse que la desarrollarán hasta que llegue una vacuna, pero no hay evidencia concluyente. Hay estudios que sugieren inmunidad por pocos meses (y con grado incierto). Por ejemplo, uno en el Reino Unido esta semana halló que el porcentaje de la población con anticuerpos cayó de 6% a 4.4% entre junio y septiembre. Ello implicaría que la inmunidad es de corta duración y pone en duda la capacidad de generar inmunidad de rebaño de manera natural.
Si evitamos supuestos extremos, podríamos concluir que, con medidas de contención focalizadas, con el uso obligatorio de mascarillas, con el cuidado de la población y con algo de suerte, podemos evitar una segunda ola. Y si esta llega, la mayor capacidad hospitaria y las lecciones aprendidas, incluyendo (esperemos) ahora sí pruebas adecuadas y seguimiento de contactos, entre otras, deberían implicar que sea más moderada que la primera.
En el frente económico, estaremos entre los países más afectados del mundo, casi independientemente del indicador utilizado. Es verdad que los precios de nuestros principales productos de exportación por encima de los niveles pre-pandemia ayudan a la recuperación, y que indicadores económicos en casi todo el mundo incluido el Perú han sido, dentro de lo malo, mejores a lo esperado. Pero no debemos caer en triunfalismos infundados: al cierre del 2021, Perú posiblemente continúe más lejos de alcanzar los indicadores pre-pandemia que la mayoría de países. La severa paralización dejará secuelas, que se harán más evidentes en los próximos meses: quiebras, ralentización en la recuperación del empleo (y desmejora de su calidad), deterioros del portafolio crediticio del sistema financiero y de nuestra posición fiscal (sobre todo por flujos), impactos muy severos en ciertos sectores y territorios, etc. Además, los riesgos de un doble golpe (double whammy) a la economía global como consecuencia del rebrote epidémico en el hemisferio norte han aumentado sustancialmente.
“A Dios rogando y con el mazo dando” dice el dicho. La “reapertura” es sólo el comienzo. Debemos aprender de los errores cometidos, y prepararnos para un complejo y largo proceso de recuperación de la economía. Ello demanda responsabilidad y diligencia tanto del Ejecutivo como del Congreso, algo que, lamentablemente, especialmente en el caso del segundo, no se está observando.
Ya antes de la pandemia enfrentábamos retos enormes: bajo crecimiento, productividad baja y heterogénea, elevada informalidad, importantes brechas sociales y de capital humano, baja recaudación tributaria, provisión insuficiente (e ineficiente) de bienes y servicios públicos, por citar algunos. La pandemia ha generado retrocesos incluso mayores en varios de estos indicadores e impone una valla aún más alta para nuestro desarrollo.