COVID-19: CIUDAD INFORMAL Y CUARENTENA INEFICAZ
Imagen: Clarín.
Las restricciones físicas y sociales deben ser implementadas con mucha cautela, entendido la complejidad de cada ciudad para evitar que el impacto en la economía de las familias termine por generar más daño que la misma epidemia.
Las cuarentenas en áreas urbanas son complicadas de llevar, debido al tamaño, la densidad y la estructura económica de sus ciudades, según indica en sus reportes ALNAP (Active Learning Network for Accountability and Performance in Humanitarian Action), una red global de ONGs y organismos dedicados a aprender cómo mejorar la respuesta a las crisis humanitarias. Enfrentar la informalidad en las ciudades es un factor fundamental que genera una serie de desafíos para cumplir a cabalidad lo planteado por los sistemas de sanitarios [1].
Hoy, y de acuerdo con los últimos análisis del estado de emergencia en Perú, el Comando de Operaciones Covid-19 informo que la cuarentena decretada el pasado 15 de marzo no ha tenido los resultados esperados [2], convirtiendo así al país en el segundo más afectado de la región.
Este hecho ha sido atribuido principalmente a las aglomeraciones y desplazamientos interurbanos e interregionales, motivados por la incapacidad del Estado de poder mitigar o reducir el efecto negativo de la cuarentena en la economía de millones de peruanos, debido a los altos índices de informalidad que le impiden implementar mejor las medidas de urgencia.
Esta realidad ha puesto de nuevo sobre la mesa las deficiencias de nuestro país, en donde aproximadamente el 70% de los 1874 municipios distritales no cuentan con un Plan de Desarrollo Urbano [3]. En este contexto, la urbanización informal surge como una alternativa de construcción de la ciudad, estimulada por la corrupción y el tráfico de tierras, y como una opción para los sectores de menores ingresos para quienes la oferta formal no es suficiente, o directamente inexistente [4].
A pesar de ello, y de acuerdo con Nezar Al Sayyad, historiador urbano y profesor emérito de la Universidad de California Berkeley, estas informalidades también son vistas como una válvula de seguridad para las tensiones sociales. Señalando que estos barrios fueron emprendidos por los que menos tienen, con ingenio y espíritu emprendedor [5], compensando el deficiente accionar del Estado.
Y quizás sea esa descripción la que mejor represente a nuestro país, dado que alrededor del 73% de su fuerza laboral opera dentro de la economía informal [6]. Asimismo, y según el Centro Nacional de Planeamiento Estratégico, estas actividades contribuyen al PBI del país en un 19%, cumpliendo un importante rol en el crecimiento de la economía peruana de las últimas décadas.
Experiencias internacionales nos dicen que, en contextos de informalidad, las cuarentenas estrictas lejos de reducir los contagios los aceleran, por la incapacidad de la población de subsistir, y del Estado de asistirla. Un claro ejemplo de esto son las lecciones aprendidas después del brote del Ébola en África Occidental durante el 2014/15, donde las comunidades de los asentamientos urbano-informales fueron las más afectadas por una cuarentena mal implementada y administrada.
Freetown, la capital de Sierra Leona, fue declarada bajo estado de emergencia de salud pública con cuarentenas forzadas, y fue allí donde se ubicaron la mayoría de los casos de contagio. El Estado no consideró la densidad e informalidad de los entornos urbanos, donde había que llegar con grandes cantidades de comida y agua para sostener a las familias. La crisis desatada por una cuarentena mal implementada dejó como lección que las restricciones físicas y sociales deben ser implementadas con mucha cautela, entendido la complejidad de cada ciudad para evitar que el impacto en la economía de las familias termine por generar más daño que la misma epidemia.
Después de la experiencia que estamos viviendo, debiera quedarnos en claro que las medidas a ser implementadas en futuras pandemias debieran ser determinadas considerando principalmente el contexto social, económico y físico de las ciudades, asumiendo que se requerirá un gran volumen de servicios y un alto grado de apoyo hacia aquellos que dependen de la libertad de movimiento para subsistir.
Asimismo, se debe construir una cultura de colectividad participativa en los procesos y toma de decisiones entre el Estado y la sociedad civil, una práctica que permita establecer las bases para el desarrollo de futuras políticas urbanas que promuevan la transición hacia lo formal, porque es ahí donde las condiciones y oportunidades frente a las pandemias son socialmente iguales para todos los ciudadanos.
Citas.