Cuando dejemos de ser noticia
Imagen: Prensa Regional.
Una de las características más comentadas del recién establecido gabinete Bermúdez ha sido la presencia de una Presidenta del Consejo de Ministros que ha trabajado a favor de los derechos de las mujeres, así como de la primera Ministra de Defensa en la historia. No es menor decir que, por primera vez, son varias las mujeres que encabezan simultáneamente instituciones determinantes para la institucionalidad del país: el Congreso de la República, la Presidencia del Consejo de Ministros, la Fiscalía y el Tribunal Constitucional.
Esto no debería ser noticia, pero aún lo es. En diferentes ámbitos, no solo el político, las mujeres enfrentan techos y muros de cristal, que dificultan no solo su acceso a los escalafones más altos de las jerarquías, sino que tienden a concentrar su presencia en actividades con menor retorno y a las cuales se asocian estereotipos relacionados con lo femenino. Un ejemplo claro de estos muros es la ciencia, pero esto también ocurre en el servicio público y puestos de liderazgo, como las carteras ministeriales.
Sobre los techos de cristal, entre los servidores públicos vemos relativa paridad en la presencia de hombres y mujeres, pero la participación de mujeres en cargos directivos se mantiene reducida: solo 3 de cada 10 funcionarios y directivos son mujeres. Respecto a los muros, es importante resaltar que la presencia de las mujeres en el servicio público está concentrada en carreras especiales (p. ej. enfermeras, y profesoras de inicial y primaria). En el marco de las carteras ministeriales, una clasificación trabajada por la politóloga María Paula Távara deja notar que, al ver el número de mujeres en un gabinete, muchas veces dejamos pasar en que hay ciertas carteras en las que la presencia de mujeres es relativamente improbable, como es el claro caso de Defensa.
¿Por qué es importante hablar de esto? La evidencia muestra que contar con mujeres en cargos de representación y visibilidad tiene un efecto sobre la pertinencia de la agenda política y las aspiraciones de las niñas y sus padres respecto a su futuro. Se habla mucho de la importancia de contar con “role models” (o modelos a seguir), pero es importante entender cómo estos funcionan. Un role model puede impactar sobre el desempeño, motivación y metas de otros individuos.
En edades tempranas, la evidencia muestra que los estereotipos de género (explícitos o implícitos) se transmiten a las niñas y pueden afectar su autopercepción respecto a sus propias capacidades. Esto funciona como una falla de información: si una niña internaliza erróneamente que es mala en ciertas materias, estará menos dispuesta a asignarles esfuerzo y podría generarse una profecía autocumplida. Conforme pasa el tiempo, las amenazas de estereotipos tienden a afectar más a aquellas jóvenes con un buen rendimiento que se encuentran en lo que yo llamo el “umbral de la decisión”: tienen interés y se identifican con una actividad que, a pesar de tener mayor retorno, se encuentra cargada de estereotipos (por ejemplo, ciencias, liderazgo, política).
Un role model, mediante una historia de éxito o ejemplo tangible puede amortiguar las fallas de información, actualizar creencias y optimizar decisiones. Sin embargo, la literatura también muestra que para que esto sea cierto y no haya efectos contraproducentes es importante que este “modelo” sea alcanzable, que esté alineado a las metas del aspirante y que se perciba que su éxito es legítimo o merecido. Por ello, contar con una primera Ministra de Defensa y que esta tenga además vasta experiencia en el servicio público y en el sector defensa propiamente no es un alcance menor en nuestro contexto.
Trabajar por la igualdad de oportunidades y acabar con estereotipos asociados al género no es una lucha ajena a la eliminación de la violencia contra la mujer. La violencia en sus diferentes formas y su normalización en la sociedad siguen siendo grandes obstáculos para la participación de mujeres en política y otros campos antes, durante y después de tomar la decisión de participar. No es un problema solo de mujeres: nos privamos como sociedad de aprovechar su potencial.
Sí, tenemos los mismos derechos ante el papel y tenemos libertad de elegir caminos y líneas de desarrollo que nos brinden autonomía. Pero, ¿no está acaso esta libertad limitada si nuestras decisiones iniciales se basan en estereotipos o información inexacta que no refleja nuestra capacidad?
Cuando dejemos de ser noticia por llegar lejos, cuando nuestra voz suene al mismo volumen, cuando no busquen limitarnos -a hombres y mujeres- a cumplir roles específicos, cuando los hombres se sientan en plena libertad de expresar sus emociones, cuando todos nos hayamos comprado el pleito… recién entonces nos habremos acercado a la igualdad.