noviembre 21, 2024

Ecosistema en construcción

Es meritorio que el 2020, en plena pandemia, el MTC haya iniciado –con el apoyo técnico del BID- un estudio profundo y participativo para determinar el grado actual de desarrollo del sector logístico en el país. Los resultados de este estudio (que incluye la primera encuesta nacional logística, con la participación de 604 empresas de las 25 regiones del país), ofrecen información sobre las principales dificultades que enfrentan las empresas prestadoras y usuarias de servicios logísticos a nivel nacional, en base al desempeño en indicadores que miden productividad, tiempo, calidad y costo.

En ese marco, se señala que el costo total de la logística en el país es de 16% (como porcentaje de las ventas del 2019), lo que pone en evidencia cuán grande es nuestra brecha en competitividad como país, una brecha que se agranda si persisten las deficiencias en el mantenimiento e inversión en infraestructura, la disrupción en las cadenas de suministro y la descomposición institucional. Considerando una escala del índice de competitividad regional con una calificación máxima de 5, el estudio señala que ninguna de las regiones del país alcanza ni siquiera 3.

En este marco, se ha planteado las cinco líneas de acción más importantes para mejorar el desempeño logístico del país: i) Fortalecer la institucionalidad logística (definiendo una estrategia que identifique barreras, oportunidades y una hoja de ruta para cada uno de los componentes logísticos: infraestructura, servicios logísticos y comercio exterior); ii) Desarrollar la infraestructura vial y logística (que atienda las necesidades de los cuatro macro-ámbitos logísticos, desarrollando centros logísticos y antepuertos, implementando truck centers, impulsando el cabotaje y tren de carga, desarrollando zonas francas y mejorando los procesos de fiscalización y control); iii) Fortalecer el sector de prestadores logísticos (impulsando un proceso de formalización y profesionalización de prestadores de servicios logísticos); iv) Invertir en tecnologías de la información (implementando plataformas y procedimientos digitales); v) Formar en logística (desarrollando programas logísticos continuos para actores públicos y privados). Entonces, tenemos el diagnóstico y tenemos las líneas de acción a seguir.

Sin embargo, para que haya un avance real, se necesita el impulso de todo el “ecosistema logístico”, esa comunidad en la que interactúan prestadores y usuarios de servicios logísticos, entornos regulatorios; y la forma en que las instituciones públicas y privadas funcionan y se relacionan entre sí. La interacción, ese proceso dinámico en el que se retroalimentan actores públicos y privados, viene enfrentando disrupciones severas, la pandemia, la continuada crisis política y ahora el deterioro económico. No obstante, arrastramos un problema serio de credibilidad en la eficacia de la gestión pública, que se ha visto agravado en los últimos meses, con cuestionamientos particularmente serios, precisamente en el sector transportes.

Ninguna agenda se podrá desarrollar sin liderazgo, integridad y consistencia técnica de los funcionarios públicos llamados a desarrollar las políticas públicas y avanzar en las agendas de trabajo. Tampoco; sin el compromiso de las empresas e instituciones del sector privado, que aún en un entorno tan difícil, tienen la responsabilidad de exigir que haya una continuidad en el desarrollo de la agenda logística del país. Si queremos que este importante estudio no sea uno más que nos dice cuál es la enfermedad y cuál es el remedio, necesitamos un catalizador que al menos en el corto plazo, permita implementar de manera continuada “el tratamiento”.

La logística es un eje central de la competitividad, y la competitividad es un tema de competencia e interés primordial del MEF. Una alternativa puede ser instalar en este ecosistema logístico en construcción, un catalizador institucional, que puede ser una Mesa Ejecutiva Logística liderada por el MEF, que tenga miembros permanentes y otros temporales (según los temas requeridos para el avance de los objetivos), y que establezca agendas, cronogramas y un seguimiento implacable del avance de tareas, pero sobre todo, que permita abordar las brechas de credibilidad y mitigar las disrupciones en la relación entre el Estado y el sector privado en el sector logístico.

Original publicado en Gestión.