marzo 14, 2025

El retorno de la incertidumbre

Las proyecciones de crecimiento de la economía peruana para el 2018 y el 2019, tanto de fuentes oficiales como de instituciones y analistas independientes muestran una recuperación en torno al 4%. Sin embargo, por sus características y la creciente incertidumbre del entorno externo e interno, corresponde ser cautos respecto de estas perspectivas.

Esta es una recuperación aún frágil y altamente dependiente de factores que no controlamos. Los dos principales factores que explican la recuperación económica son la subida de nuestros términos de intercambio y precios de exportaciones que impulsan la inversión privada, y la recuperación de la inversión pública. Analicemos ambos.

“Los dos principales factores que explican la recuperación económica son la subida de nuestros términos de intercambio y precios de exportaciones”

Los ciclos externos históricamente han sido determinantes para el desempeño de la economía peruana. No es casualidad que en todos los episodios en que se han producido caídas en precios de nuestros productos, la economía ha sufrido desaceleraciones abruptas. La mayoría de nuestras recesiones ha tenido un gatillo externo. Tampoco es casualidad que los booms económicos más recordados de nuestra historia hayan estado también asociados a episodios de bonanza externa. El reciente superciclo de materias primas fue solo el último ejemplo.

Los canales de transmisión de ciclos externos favorables son conocidos: las rentas de exportación aumentan y ello arrastra a sectores de demanda interna -construcción, manufactura, comercio, servicios- que abastecen o prestan servicios a estos sectores exportadores. Esto genera un aumento de la inversión privada, no solo en los sectores exportadores, sino también en aquellos eslabonados a estos. La recaudación tributaria, a su vez, también aumenta en respuesta al ciclo alcista, lo que genera espacio para un mayor gasto público, aún en presencia de reglas fiscales, y particularmente cuando estas tienen un sesgo procíclico por diseño. Como consecuencia de todo esto, el empleo y los ingresos también se recuperan, y con ellos, el consumo de las familias.

“Los ciclos externos históricamente han sido determinantes para el desempeño de la economía peruana. No es casualidad que en todos los episodios en que se han producido caídas en precios de nuestros productos, la economía ha sufrido desaceleraciones abruptas”

Lamentablemente, tras dos años de fuerte subida de precios y condiciones externas benignas que no supimos aprovechar, este año la situación ha sido adversa y bastante volátil. Pero lo que realmente preocupa, es que las perspectivas externas se han vuelto bastante más inciertas. El principal factor de incertidumbre son las crecientes tensiones y posibilidades de un mayor escalamiento de medidas proteccionistas que podrían derivar en una guerra comercial entre Estados Unidos -quien la inició- y China. Estas no solo son las dos economías más grandes del mundo, también son los dos principales destinos de exportación peruanos. La caída de precios de materias primas y en mercados de acciones responden en no menor medida a esta situación.

El creciente apalancamiento privado y soberano en diversas economías, sumado a potenciales burbujas de precios de activos aún mayores a aquellas que gatillaron la crisis financiera global hace diez años, es otro factor de riesgo. De otro lado, la trayectoria de subida de tasas de la Reserva Federal va a encarecer gradualmente el costo del crédito para países emergentes, así como inducir condiciones favorables a salidas de flujos de capitales de estos países. A esto se suman desequilibrios económicos o riesgos geopolíticos en economías emergentes importantes (Argentina, Brasil, Turquía), que de agravarse podrían generar efectos de contagio sobre otros países emergentes, especialmente a través de canales financieros. En síntesis, el balance de riesgos externo de corto plazo se ha deteriorado considerablemente.

“Lamentablemente, tras dos años de fuerte subida de precios y condiciones externas benignas que no supimos aprovechar, este año la situación ha sido adversa y bastante volátil. Pero lo que realmente preocupa, es que las perspectivas externas se han vuelto bastante más inciertas.”

En el frente interno, la aceleración del crecimiento se sustenta en la recuperación de la inversión privada, explicada por las mejores condiciones externas, especialmente de precios, y en una mayor inversión pública. Para que la primera se sostenga, es necesario que las condiciones externas se estabilicen. En cuanto a la inversión pública, el aumento se explica por un fuerte incremento del presupuesto 2018 y a una baja base de comparación del 2017. Esto permite que aún con una ejecución presupuestal (porcentual) relativamente baja la inversión pública sea un motor de crecimiento importante. Sin embargo, a partir del 2019, con el inicio de la consolidación fiscal, el crecimiento de los presupuestos va a ser bastante más moderado. Esto en un escenario favorable en el cual la recuperación cíclica de ingresos y la reforma tributaria en marcha generen suficientes recursos adicionales que permitan que esta consolidación fiscal, moderada el 2019 pero significativa los siguientes dos años, sea cubierta toda con ingresos adicionales. De no ser así,, el gasto público podría tener que recortarse.

En esta transición, la economía es más vulnerable de lo usual a choques externos. Es en los próximos 18 meses cuando los gruesos errores de política fiscal de la administración Kuczynski podrían pasarnos factura. En julio del 2016 los precios externos ya entraban al tercer trimestre de recuperación, al igual que el crecimiento global, que ya empezaba a dar señales de estabilización y aceleración. La abundante liquidez internacional, sumada a la baja sensación de riesgo y costos de financiamiento configuraban un escenario favorable para las economías emergentes. El crecimiento de la economía también venía en aceleración- cerca de 4.5% los doce meses acumulados hasta el trimestre del cambio de gobierno- pero aún sobre bases frágiles, tras la caída más profunda y más prolongada en precios externos- cuatro años y medio- en cerca de un siglo.

En ese contexto, correspondía sostener la trayectoria del gasto público e implementar la reforma tributaria que se había dejado avanzada. El haber hecho exactamente lo contrario, ajustar fuertemente el gasto público, y postergar la reforma tributaria, sustituyéndola por otra sin racionalidad económica y que perforaba el sistema tributario, indujo una abrupta desaceleración económica- pre-Niño y pre escalamiento de Lavajato- que erosionó aún más los ingresos fiscales. El intento de control de daños posterior, un giro de 180 grados con doble relajamiento de la trayectoria fiscal, acompañado de cambios absurdos al marco de reglas fiscales incluido, solo debilitó nuestras defensas en caso de una nueva crisis externa sin contribuir a generar mayor crecimiento.

“En ese contexto, correspondía sostener la trayectoria del gasto público e implementar la reforma tributaria que se había dejado avanzada. El haber hecho exactamente lo contrario, indujo una abrupta desaceleración económica- pre-Niño y pre escalamiento de Lavajato- que erosionó aún más los ingresos fiscales.”

Predecir crisis externas es imposible. Sabemos que eventualmente ocurrirán pero no cuando ni de que magnitud. Sin embargo, los errores del pasado reciente deben servirnos para no cometer los mismos errores. En ese sentido, en cuanto al manejo del ciclo económico, la postura fiscal planteada por el gobierno es la correcta: mantener una posición fiscal neutral el 2018 mientras la inversión y el consumo privado se recuperan y toman la posta como pilares del crecimiento; reforzar nuestra posición fiscal a través de una reforma tributaria razonablemente ambiciosa; e iniciar el ajuste gradual a partir del 2019. Es decir, lo que se debió hacer hace dos años. Mientras tanto, hay que seguir monitoreando la situación externa, estando atentos a cuando podría ameritar un cambio de postura fiscal.

¿Qué tanto puede afectar el “ruido” interno el desempeño de la economía? Es incierto, si bien, históricamente, el factor externo es el dominante. Sin embargo, las reformas institucionales no solo son fundamentales para el desarrollo de largo plazo del país, sino a la vista de la evidencia, son también impostergables. Si el costo de lograrlas es un moderado sacrificio de crecimiento económico de corto plazo debido a conflictividad política, esta es una “inversión” que bien vale la pena.

Finalmente, ¿qué hay de reformas pro-crecimiento? Eso es materia de otro artículo. Pero en ausencia de mejoras en capital humano, en productividad, en generación de nuevos motores de crecimiento, aún con un entorno externo neutral, la economía difícilmente podrá sostener la tasa de crecimiento de este año en el mediano plazo.

“¿Qué tanto puede afectar el “ruido” interno el desempeño de la economía? Es incierto, si bien, históricamente, el factor externo es el dominante. Sin embargo, las reformas institucionales no solo son fundamentales para el desarrollo de largo plazo del país, sino a la vista de la evidencia, son también impostergables.”