diciembre 23, 2024

En deuda con los jóvenes

Imagen: Gestión

Los jóvenes nos han devuelto con su indignación, la esperanza. Son estos jóvenes los que se están haciendo cargo de su futuro y del de nuestro su país y por ello lo menos que les debemos hoy es un compromiso con ellos, sobre ese futuro que exigen. Desde donde nos toca hay que preguntarnos si estamos a su altura, si estamos haciendo todo lo que podemos para que estos jóvenes tengan más y mejores oportunidades.

Por supuesto, educación y empleo están en el centro del debate sobre cómo apostar por los jóvenes, por su desarrollo, por sus oportunidades.  Educación de calidad y pertinente –universitaria y técnica-, esquemas de capacitación laboral, incentivos para educación continua, créditos para estudiar, becas, etc. Instrumentos hay, usamos algunos y deberíamos preocuparnos de usarlos con efectividad. Trabajo decente, esquemas efectivos de inserción laboral, contratos de prácticas justos, empleo temporal ante situaciones de crisis, soporte al emprendimiento –especialmente para los que además tiene impactos sociales y ambientales positivos-, aporte a la innovación, etc. En esto también hay instrumentos, pero como país parece que los usamos menos, el estado tiene menos experiencias de éxito y no siempre enfocadas en los jóvenes. Pero además necesitamos una estrategia para acompañar a los jóvenes en su transición entre la educación –secundaria o superior- y el mundo del trabajo.

Educación y trabajo son centrales, pero hay más que hacer para que los y las jóvenes tengan lo mínimo para una vida plena y con oportunidades: salud, en particular sexual y reproductiva; vivienda: acceso a la primera vivienda –digna, formal- con apoyo; espacios públicos seguros y accesibles; soporte a sus expresiones culturales; y, por supuesto, diversos mecanismos para canalizar su participación social  y política.

Tremenda oportunidad que tenemos hoy de poner la agenda de los jóvenes como una prioridad dentro de las agendas del sector público, de las empresas privadas, de las organizaciones sociales y de los partidos políticos. Es tiempo de los jóvenes. No lo desperdiciemos.

Una agenda de soporte para los jóvenes tiene que ser vasta y diversa. Los jóvenes rurales, las jóvenes con ascendencia indígena, los jóvenes urbanos de bajos recursos, tienen agendas distintas, requieren acciones y mecanismos diferentes para realmente llegar a ofrecerles algo nuevo y distinto, algo que les sea realmente útil.

¿Quién lo hace? siempre miramos hacia el sector público para que tome acción. Eso está bien. Que la reforma de la educación superior se mantenga y profundice para garantizar una educación de calidad; que hayan becas y esquemas de crédito para estudiar y capacitarse, que se hagan programas de inserción laboral y certificación de cualificaciones; servicios de salud adecuados y accesibles para los y las jóvenes; más y mejores espacios de participación social en gobiernos locales y regionales, etc. Tremenda agenda de trabajo.

Pero no olvidemos que el sector privado también tiene una enorme responsabilidad y oportunidad. Las universidades e institutos, las empresas que contratan jóvenes, las empresas que ofrecen servicios para el diverso colectivo de jóvenes juegan un rol central. Pidamos que las empresas nos cuenten qué hacen y qué más pueden hacer para contribuir con la agenda de los jóvenes, y así como consumidores podemos premiar a las que lo hacen mejor.

Hoy más que nunca le debemos a estos jóvenes una agenda de trabajo con y para ellos. Los jóvenes hoy son, y seguirán siendo, los actores centrales de esta transición democrática.