diciembre 23, 2024

En el nombre de la salud

Imagen: Andina.

Coronavirus. Bono Universal. Aprendo en Casa. Pase Laboral. Zoom. Las palabras más buscadas en Google en Perú en el 2020. Una síntesis del año en el que aparece una nueva enfermedad, una pandemia. En el nombre de la salud hubo que encerrarse en casa, buscar ayudas para sobrevivir y ver las formas de trabajar, para aquellas personas afortunadas que tenían la oportunidad de hacerlo. Mucha gente no pudo sobrevivir, o tuvo que recurrir a medidas extremas, como sacar banderas blancas del hambre desde los cerros, o caminar cientos de kilómetros para construir un nuevo hogar. La sociedad se ha sumido en una crisis a todos los niveles, y en los círculos académicos la palabra resiliencia ha sido repetida y agotada. No es de extrañar, pues la resiliencia es la capacidad de sobrevivir frente a un cambio y parece que es eso lo que necesitamos.

De cara al 2021 (que, siendo sinceros, no pinta bien) es importante analizar el 2020 y entender cómo hemos sobrevivido y cómo podemos hacerlo mejor. A inicios de la pandemia parecía que esta crisis había hecho que el gobierno se preocupara por la salud de sus habitantes y se entendiera por fin el valor de la sanidad pública. No es de extrañar que las personas esperemos grandes cambios después de una crisis, pues éstas son consecuencia de que algo no va bien y si no se cambia lo más probable es que se repita.  En ese sentido ¿cuáles son los grandes cambios que vamos a hacer? ¿qué hemos aprendido del 2020? La palabra salud y el cuidado han sido muy escuchadas a lo largo del año, pareciera que para el sistema es lo más importante ahora y, aunque quizás algunos escépticos no lo creamos, en este artículo lo daremos por cierto. Partiendo de esas hipótesis, ¿qué medidas se están tomando para que la ciudad nos cuide?

En el nombre de la salud, la medida más utilizada y más popular a nivel global ha sido el #Quedateencasa. Parece no haber duda sobre que el confinamiento es la medida más efectiva para evitar contagios. Sin embargo, dejando de lado la ironía de este lema para las personas que no tienen casa, que no cuentan con servicios básicos como agua y electricidad, que viven hacinados, o que padecen violencia en su domicilio; el confinamiento es una medida temporal y extrema. Esto afecta en mayor medida a la población más vulnerable, porque no viven en contextos donde puedan permanecer seguros, y porque sus fuentes de ingresos dependen de su presencia física. Ello les ha llevado a situaciones de extrema pobreza y hambre.

Es sabido que, frente a las crisis, la organización comunitaria incrementa, pues la naturaleza del ser humano es colectiva. En ese sentido, Perú y Latinoamérica tienen una gran experiencia; actividades  como la minka, tradición andina que consiste en jornadas trabajo colectivo, y las ollas comunes, que fueron muy utilizadas en la crisis de los ‘30, han servido de antecedente y como ayuda, para la lucha contra el hambre en las zonas más vulnerables durante la pandemia. Todas estas actividades colectivas se dan principalmente en los espacios públicos o comunes de los barrios, donde hay más espacio abierto, y se pueden tomar las medidas pertinentes de ventilación y distanciamiento físico.

El espacio público ha demostrado ser un elemento fundamental para enfrentar la pandemia. Por un lado, como escenario de las acciones colectivas que a su vez fomentan el tejido social, lo que contribuye a la construcción de una ciudadanía más resiliente; por otro, como espacio de tránsito. El transporte público y colectivo han sido reconocidos como un agente de riesgo, por la alta exposición de sus usuarios al contagio, por lo que uno de los objetivos es reducir su uso, descentralizando la oferta de servicios para acortar distancias y promoviendo la movilidad peatonal, la bicicleta o los sistemas de micromovilidad. Tarea bastante compleja en el caso de metrópolis como Lima donde el 25 % de los ciudadanos tarda más de dos horas en trasladarse desde su casa al trabajo[1]. Así mismo, como espacio de trabajo. El comercio ambulatorio es una de las profesiones que permiten la supervivencia de gran parte de la población, y que ha sido una de las salidas para más del millón de personas que se quedaron sin empleo en Lima durante la cuarentena[2]. Y por último, pero no menos importante, espacio de representación cultural, de deporte, de acceso a la naturaleza… Todos aspectos vinculados también a la salud física y mental de la ciudadanía.

A pesar de ello, en el nombre de la salud, el uso de los espacios públicos se penaliza y restringe. Más gente va al centro comercial que a las playas o espacios públicos abiertos[3] donde precisamente se ha demostrado que el riesgo de contagio es reducido, de ahí la importancia de su adecuada ampliación, mejora y gestión. El problema de acceso a espacios públicos de calidad es anterior a la pandemia. De acuerdo con la Encuesta de Percepción de Calidad de Vida en Lima y Callao de Lima Cómo Vamos, durante el 2019, el 40,8% de la población de Lima identificó la falta de árboles y el mantenimiento de las zonas verdes como el segundo problema ambiental más grave en la ciudad. En esta misma línea, el 50,9% de las personas de la ciudad de Lima indicaron sentirse insatisfechas con la disponibilidad de áreas verdes y árboles, porcentaje que se eleva más en los estratos socioeconómicos D/E (63.5%). Por otro lado, cabe destacar que el 44,5% de personas de Lima consideran que una de las características que mejor valoran de una vivienda “ideal” es que ésta cuente con acceso agua y alcantarillado, del mismo modo un 34,1% de habitantes de Lima indica que la cercanía a parques públicos con áreas verdes son una de las cualidades que mejor valoran de una vivienda.

La historia nos muestra que muchas de las grandes transformaciones urbanas se han hecho en el nombre de la salud, a partir de epidemias que nos obligaron a repensar la forma cómo habitamos el territorio. En ese sentido, esta crisis debe entenderse como una necesidad y oportunidad de cambio. En el nombre de la salud necesitamos pensar y construir ciudades que nos cuiden y no nos maten. Eso implica (entre otras cosas) reducir los trayectos en auto privado e invertir más en movilidad colectiva y sostenible. Se necesitan más y mejores espacios públicos, donde las personas puedan encontrarse sin contagiarse, donde aprendan a convivir y a organizarse para convertirse en una ciudadanía plena y activa. Veredas más amplias, mejor redistribución de la calle (más área para peatones y trabajadores, menos área para el auto) más árboles, más parques con plantas medicinales y huertos en las zonas apropiadas, espacios para la cultura (tan necesaria para sobrevivir y entender los cambios y las crisis), infraestructura segura y saludable y un largo etc.

En fin, en el nombre de la salud, derecho a más y mejores espacios públicos.

[1]https://gestion.pe/economia/caf-25-limenos-demora-dos-horas-trasladarse-casa-149815-noticia/#:~:text=A%C3%B1ade%20que%20el%20trayecto%20promedio,casos%20sin%20contar%20el%20retorno).

[2] Según el INEI, el 68% de la población se encuentra en el sector informal y durante la cuarentena se perdieron 1 millón de empleos solo en Lima Metropolitana.

[3] Lima y Callao según sus ciudadanos. Décimo Informe Urbano de Percepción sobre Calidad de Vida en la Ciudad (2019).