La verdad es que no sabemos
Fuente imagen: Gestión.
“Avanzar en la implementación del PNCP” ha reemplazado a “implementar reformas de segunda generación” como parte de los ejercicios retóricos vacíos.
El bajo crecimiento del 2019 ha derivado en múltiples llamados a implementar medidas que nos permitan retomar tasas de alrededor de 6%.
Es ocioso reiterar que, si bien el crecimiento no es lo único que importa, es indispensable para avanzar en una serie de indicadores económico-sociales. Pero deberíamos aceptar que no tenemos la receta para retomar mayores tasas de crecimiento, ni en el Perú ni en el mundo. Por ejemplo, hace unos años, una comisión dirigida por el Premio Nobel Michael Spence, que incluía al también Premio Nobel -y padre del crecimiento económico- Robert Solow, concluyó que no se sabía bien cómo lograr un crecimiento alto.
Por supuesto, hay principios que respetar: apertura comercial, solidez macro-fiscal, respeto a contratos y derechos de propiedad. Pero hay muchas políticas públicas consistentes con dichos principios. Si no, ¿cómo explicamos que países con políticas tan diversas hayan avanzado hacia el desarrollo?
Por ejemplo, ¿cómo explicamos que el mayor milagro económico en la historia se haya producido en China, donde la mayor parte de grandes empresas y bancos son públicas, y donde el Estado juega un rol fundamental asignando crédito, tierras y permisos migratorios? ¿O que el mayor crecimiento en occidente se haya dado en las décadas de posguerra, con tasas impositivas encima incluso del 70%? ¿O que los únicos países que, en los últimos cuarenta años, pasaron de ingreso medio al desarrollo –Corea, Taiwán, Singapur y Hong Kong– siguieran políticas no convencionales?
Pese a esto, cuando escuchamos a buena parte de los analistas locales pareciera que la receta es conocida y que solo se requiere un gobierno con agallas para implementarla. Necesitaríamos más simplificación administrativa, desregulación, una reforma laboral y que el Estado se meta lo menos posible (salvo en proteger la inversión privada y en proveer bienes y servicios públicos básicos). Con matices, es la receta estándar de derecha en el mundo.
Recientemente, nuestros gremios empresariales pidieron se implemente el Plan Nacional de Competitividad y Productividad (PNCP), y escalar posiciones en los rankings mundiales de competitividad.
Estos pedidos demuestran bastante ideología y poca rigurosidad. Ricardo Hausmann ha recordado que no existe correlación entre mejoras en estos rankings y crecimiento. Además, un análisis serio concluiría que el PNCP es un listado de medidas genéricas y no priorizadas. Las invocaciones a “avanzar en la implementación del PNCP” han reemplazado al “implementar reformas de segunda generación” como parte de los ejercicios retóricos vacíos.
Hay muchos elementos valiosos en la receta estándar. Una reforma laboral debería ser parte de un conjunto de medidas para reducir la informalidad, y el Perú no tiene futuro si no pone en valor a la minería. Además, en el Estado hay muchas malas regulaciones, excesiva burocracia y un espíritu punitivo.
Pero el diagnóstico estándar es terriblemente insuficiente. Se cita frecuentemente el aumento de normas y procedimientos en los últimos años como ejemplo del Estado trabador. Sin embargo, se obvia el hecho de que los compradores del hemisferio norte piden cada vez mayores estándares ambientales, sanitarios, de inocuidad, laborales y éticos, los cuales deben reflejarse en normas locales.
Cuando el Estado funciona no hay mayor problema. Por ejemplo, la Unión Europea cambia casi diariamente los requisitos fitosanitarios para acceder a su mercado. Ello se refleja en resoluciones del SENASA, pero como esta funciona bien, no afecta mucho nuestras agroexportaciones.
Pero, con mayor frecuencia, los mayores estándares resultan en normas locales mal diseñadas y peor implementadas. En ese caso, el problema no es que haya 10 trámites para un permiso, sino que sean absurdos o incumplibles, y que se genere mucha discrecionalidad e incertidumbre.
Este mal funcionamiento del Estado muestra una falla mucho mayor: su incapacidad de proveer insumos públicos indispensables para la inversión privada. A diferencia de lo que imagina la receta estándar, nuestro Estado “traba” mucho más por ausente e ineficiente que por omnipresente y asfixiante.
Las plantaciones forestales ejemplifican la insuficiencia de “simplificar”. La normativa es clara, especialmente a partir del trabajo de la Mesa Ejecutiva. Nadie se queja de demasiados trámites. Pese a ello, y a condiciones naturales insuperables, ha habido limitada inversión privada para plantaciones forestales. Las razones son la falta de tierras disponibles, ausencia de infraestructura, limitada institucionalidad pública con conocimiento forestal, etcétera.
Para facilitar la inversión privada, el Estado no puede obsesionarse solo con simplificar. Hay cosas que solo puede hacer el Estado, y para ello necesita información que el sector privado posee. Por eso, se requiere una mecánica de trabajo público-privado, con una distancia adecuada entre ambos.
Más que buscar una cifra de crecimiento, que además no sabemos cómo lograr, debemos resolver problemas concretos. Por ejemplo, insertar a más pequeños parceleros en cadenas agroexportadoras, o aumentar la acuicultura de la trucha en Puno. Ello va a requerir un Estado que priorice temas productivistas y a escala. No sabemos si esto aumentará nuestro crecimiento, pero sí que habremos logrado la inclusión productiva de más peruanos.