diciembre 23, 2024

LIMA: CIUDAD POSIBLE

Hoy se cumple un aniversario más de la fundación española de nuestra querida ciudad, y si bien no está en discusión su pasado milenario, se valora el tener una fecha en la cual celebrar. Este año, además, elegiremos nuevos alcaldes provinciales y distritales, que tendrán el gran reto de poder liderar el afianzamiento de la recuperación económica de la ciudad desde la gestión eficiente e inclusiva de su territorio, y el estímulo a la inversión pública y privada. Todo esto sucede en, quizás, uno de los momentos de mayor polarización de sus ciudadanos, producto de las recientes elecciones nacionales. Las grietas, que ya existían antes de la pandemia, se agudizaron con la crisis económica y social que se generó a partir de esta, radicalizando y enfrentando a diversos grupos. Quizás, la labor más difícil del futuro alcalde o alcaldesa será poder acercarnos, desde nuestras diferencias, a un sueño colectivo de una gran ciudad.

Por allí quiero empezar, Lima Metropolitana es una metrópoli de más de 10 millones de habitantes, compuesta por dos provincias (Lima y el Callao) y 50 distritos. Representa al 30% de la población nacional y genera el 50% del PBI, cifras que sólo se pueden igualar sumando a las regiones de Cuzco, Arequipa, La Libertad, Ancash y Piura. Esa condición de centro político y económico del país es su principal atractivo, y, a la vez, su principal debilidad, pues es el espacio más codiciado para que los políticos se hagan notar, mediante la imposición de acciones y obras.

Lima adolece de una visión conjunta que nos permita orientar y multiplicar toda esa energía que la ciudad atrae en un mayor desarrollo y bienestar colectivo. Ninguna de las grandes obras y proyectos de los últimos 20 años ha sido pensada desde una visión integral, perdiendo valiosas oportunidades de iniciar procesos estructurales de cambio. Los Juegos Panamericanos, la Línea Amarilla, la urbanización del aeródromo de Collique, los metros Línea 1 y 2, entre otros; todos proyectos aislados, desconectados y desaprovechados. Al final, la ciudad es vista como un mapa de electores y de espacios para “iniciativas” públicas y privadas, y no es reconocida como una demarcación política con autonomía, identidad histórica y cultural.

Por otro lado, hay tantas limas como limeñas, limeños, chalacas y chalacos; cada uno tiene un lugar, un sonido, una frase que le conecta a esa ciudad con la que se identifica. Entonces, ¿es posible avizorar juntos un mismo horizonte?, claro que sí, y la respuesta considero que está en poder cruzar nuestros derechos fundamentales, con la diversidad cultural de nuestros orígenes, el legado ancestral que nos conecta, y una lectura mucho más consciente del maravilloso territorio que habitamos. Esa visión es la que debe permitirnos sumar nuestras individualidades en un anhelo colectivo de mejor futuro; y la instancia de gobierno diseñada para liderar este proceso es la alcaldía metropolitana.

Ya hemos hablado sobre lo complejo que es gobernar la ciudad capital, pero si existe una competencia en la que el alcalde metropolitano tiene todavía autonomía es en la planificación urbana. Ello guarda total sentido, pues es la herramienta para poder cumplir su principal función: “administrar el desarrollo integral y armónico de su localidad” (Ley N° 27972, Cap.2, Art.4); con la finalidad de garantizar el bienestar de sus vecinos mediante la adecuada prestación de los servicios urbanos y la mejor distribución de la riqueza que la ciudad misma genera.

Para que esa visión pueda plasmarse en acciones concretas, necesita del apoyo del Estado, el sector privado y la sociedad civil; quienes deben hacer propia la herramienta, defendiendo y fiscalizando su implementación; por lo que su elaboración debe darse en el marco de un proceso participativo y de concertación. Necesita también de proyectos estratégicos en los que todos podamos vernos reflejados, que nos hagan sentir orgullosos de nuestra ciudad, y demuestren que haciendo las cosas bien podemos generar mucho más riqueza y bienestar del que imaginamos. Esto no es una entelequia, tenemos decenas de buenos ejemplos en el mundo, como Malecón 2000 en Guayaquil, Puerto Madero en Buenos Aires, las olimpiadas de Barcelona del 1992 y de Londres del 2012, y los Panamericanos de Toronto del 2015. En todos estos casos, las ciudades se renovaron aprovechando estos grandes proyectos urbanos, fortalecieron su identidad y la calidad de vida de sus ciudadanos. En Lima tenemos diversos escenarios para llevarlos a cabo, y la planificación urbana nos permitirá identificar por cuál empezar.

Lima es una ciudad posible, tenemos la energía de los millones de emprendedores que transformaron la pequeña ciudad de mediados del siglo XX en la actual metrópoli; y la juventud de las nuevas generaciones que nos obligan a mirar con optimismo el mañana. No podemos dejarnos amilanar por las crisis o la desidia de quienes nos gobiernan, y debemos trabajar juntos en la construcción de esa ciudad en la que todos anhelamos vivir.