Mucho ruido, pocas nueces
Imagen: Gestión.
Autor: Alonso Segura
Con una economía estancada y un deterioro político-institucional severo y contínuo, ¿qué esperanzas nos deja el discurso presidencial de Fiestas Patrias?
Tras un discurso de tres horas de duración, se hubiese esperado cierta claridad en la definición de las prioridades, objetivos y metas del gobierno en materia económica. Lamentablemente, lo que se presentó fueron listados de supuestos logros e interminables promesas. Se entiende que el discurso habría buscado revertir la desconfianza empresarial. Pero en su hipérbole de logros y promesas, deja dudas sobre la percepción del gobierno sobre la realidad y los retos que enfrenta el país, a corto y mediano plazo.
Es evidente que en el Perú subsisten grandes brechas de acceso a bienes y servicios públicos, cuyo cierre no solo es deseable, sino que, con sus vaivenes, ha sido el objetivo de diferentes gobiernos. El punto es que es complejo, muy costoso y de largo aliento. No entender ni reconocer esto puede llevar a plantear promesas incumplibles: salud gratuita universal, acceso a agua potable para todos los peruanos, un sistema previsional multipilar también con cobertura universal, megaobras de infraestructura en múltiples sectores y a lo largo del territorio nacional, decenas de miles de nombramientos públicos en distintos sectores (educación, salud, interior), entre otras, y todas ellas en simultáneo. El discurso no incluye ningún costo estimado de cumplir estas y otras promesas, pero sería de múltiples decenas de miles de millones de soles, tanto en inversión como en gasto corriente permanente. Ello colisionaría directamente con el compromiso de respetar la estabilidad fiscal del país y las reglas fiscales vigentes. El riesgo de no atender las promesas o de violar los compromisos fiscales es elevado. También cabe preguntarse, si dados los recursos limitados del Estado Peruano, es razonable aspirar a políticas universales de muy baja calidad, o si es preferible enfocar algunas de ellas en quienes más las necesitan y a las que no pueden acceder privadamente.
Un segundo punto, es que el gobierno insiste en medidas asistenciales de gasto público tremendamente onerosas, como si la caja pública fuese la solución a todos los problemas. Van múltiples “Con Punche…”, pero la salida de una economía estancada no se logra con bonos y prebendas (ya no estamos en pandemia). Salvo alguna excepción -por ejemplo, damnificados por FEN- lo que se requiere es inversión privada que genere empleo, preferiblemente formal y adecuado. La ruta para ello, además de sensatez y responsabilidad desde la clase política-algo probablemente utópico- es trabajar en la identificación y solución de trabas a la inversión y a las actividades privadas, a nivel sectorial, que más que recursos públicos, requiere de ajustes regulatorios (para ello el principal instrumento son las mesas ejecutivas). Evidentemente, una precondición a la generación de confianza es preservar la estabilidad jurídica y el respeto a los contratos y fallos arbitrales al amparo de tratados internacionales suscritos por el Estado. Suponemos que el gobierno nacional habrá realizado las gestiones necesarias para que la MML respete el marco legal vigente.
Finalmente, es bienvenido el impulso a infraestructura como estrategia de desarrollo. Sin embargo, cabe notar que sucesivos gobiernos han intentado dicha ruta. La problemática no necesariamente se va a solucionar con más papelería (leyes, decretos legislativos) ni burocracia (ANIN), sino con procesos más rigurosos y mejor gestión dentro del Estado. Segundo, y no menos importante, el gobierno no debe confundir inversión pública con inversión privada (o público-privada). La gran mayoría de proyectos mencionados en el discurso tienen rentabilidad privada negativa, lo cual implica, independientemente de quien ejecute la obra, que requieren de recursos públicos, a gran escala y por muchos años. Además, en modalidades como la de Gobierno a Gobierno, no solo los gastos, sino todos los riesgos los retiene el Estado Peruano. Esquemas como los fideicomisos de titulización planteados permiten endeudamiento hoy contra flujos futuros, pero no cambian el balance de riesgos ni le generan ahorros al Estado. Por último, formular y construir, así se logren mayores eficiencias, toma tiempo.
Tampoco sería correcto quedarse con la impresión que no hay nada valioso en el discurso. Varias de las iniciativas antes enunciadas, adecuadamente escaladas y respetando las restricciones fiscales presentes y futuras, van en la dirección correcta. También cabe mencionar otras como la insistencia en simplificar los regímenes tributarios empresariales para reducir incentivos perversos o la propuesta de modificación del Reglamento del Congreso en cuanto al procedimiento de trámite de autógrafas de Ley observadas por el Ejecutivo.
El país necesita urgentemente un shock de confianza, pero ello requiere de decisiones y mejor gestión, más aún en la coyuntura actual de estancamiento económico, posibles consecuencias adversas de anomalías climáticas y disfuncionalidad política.
Artículo original publicado en Gestión.