Siete Errores del Gobierno en su Primer Año
A fines de este año 2017 se cumplirá prácticamente un año y medio del nuevo gobierno. Si bien es cierto la economía peruana sigue siendo evaluada positivamente en el contexto de las economías emergentes y se espera una recuperación en los siguientes meses, también es cierto que algo ha cambiado y que se trata de una recuperación de alcance limitado, explicada por factores externos e inclusive con un componente estadístico causado por la menor base de comparación octubre 2016-julio 2017. Se ha producido ya un efecto en los emprendedores que enfrentan menores niveles de ventas y se respira un aire de decepción respecto de las políticas públicas y la conducción económica del país. Es claramente una época de expectativas disminuidas, donde se carece de ideas creíbles de cómo salir de esta situación de estancamiento.
¿Qué le pasó al gobierno? No se identifican en el cambio de administración desbalances macroeconómicos, ni incertidumbre por políticas populistas. Asimismo, el severo shock externo causado por la importante caída de los términos de intercambio y la consecuente caída en la inversión minera en el lustro pasado, habían sido manejados adecuadamente y, en consecuencia, la economía peruana registró una tasa de crecimiento de 4.3% para el periodo agosto 2015-julio 2016. Mas aún, desde setiembre 2016, los términos se recuperaron fuertemente.
Un análisis cuidadoso, distante del actual encrespamiento político, descarta fácilmente la versión oficial de una economía estancada en 2016 y muestra más bien algunos aspectos problemáticos en la administración actual, una sucesión de errores que han causado una pérdida de credibilidad en las capacidades e intenciones de la administración. Veamos algunos de ellos:
El primer error del gobierno, y el más resaltado por los analistas económicos, es el ajuste fiscal en el último trimestre de 2016. Con el deseo de cerrar el año con un menor déficit fiscal, el gobierno decidió contraer fuertemente su gasto, reduciendo sustantivamente la ejecución del sector público (en las inversiones del MTC se cae de 98.3% en 2015 a 79.9% en 2016). Esta decisión le quitó ritmo a la economía, que se desaceleró meses antes del niño costero, para terminar el año con una tasa de crecimiento de 3.9% y una tasa anualizada agosto 2016 – julio 2017 de 2.8%.
El segundo error fue el reiterado mensaje de que la economía peruana estaba trabada, aspecto posiblemente explicado por la necesidad de resaltar logros en los primeros cien días del nuevo gobierno o de reclamar políticamente para sí el sustantivo portafolio de obras dejado por la administración anterior. Pero el resultado neto de “crear” una economía en problemas fue convencer a los agentes económicos, no de las bondades del nuevo gobierno, sino de que la economía no estaba bien. Se demolieron las expectativas y se causó el denominado efecto “profecía autocumplida”.
Más aún, la nueva administración se puso implícitamente un estándar altísimo, imposible de cumplir. Quizás el caso más emblemático es la carretera Chincha-Pisco, proyecto iniciado en enero 2015 y casi terminado en julio 2016. El nuevo gobierno criticó duramente los tres puntos inconclusos: el paso por Tambo de Mora, la Laguna de Oxidación y la expropiación de cuatro predios en el acceso a Fermín Tangüis en la entrada a Pisco. La carretera se abrió al poco tiempo del cambio de gobierno. Pero este proyecto tiene una continuación en el tramo Pisco-Ica, la cual se dejó en fase de construcción parcial de plataforma en julio 2016. Una inspección actual de este tramo, luego de casi año y medio de gestión, muestra que el gobierno no ha tenido la capacidad, en un periodo comparable, de lograr ni un tercio de los avances en la misma carretera de la gestión que criticó.
El tercer error fue proyectar continuamente la imagen de un gobierno desinformado. Los continuos cambios en las cifras, las reacciones inmediatas con versiones que después deben ser cambiadas, la emisión de opiniones muy adelantadas, son frecuentes, lo que crea incertidumbre, da una sensación de desmanejo y también resta a las expectativas. Un ejemplo es el anuncio de cambiar el proyecto de la Línea 2 a un tren de superficie en agosto 2016, para nueve meses después anunciar que no se cambiaría.
Un cuarto error fueron las decisiones del gobierno respecto del proyecto del aeropuerto de Chinchero. El gobierno se empecinó en crear la imagen de que buscaba “arreglar” el proyecto buscando defender los intereses del país de un contrato lesivo a los intereses del Estado. La constatación de que la posición de la administración anterior fue menos flexible con el concesionario y las enormes deficiencias de la adenda que ensayara el gobierno, en un marco de imagen endogámica, tuvo un descomunal costo reputacional para el gobierno. Para colmo de males, en un último intento de mejorar su imagen, el gobierno denunció ante la procuraduría a funcionarios de pro-inversión y del regulador con solidas credenciales profesionales y trayectorias reconocidas, lo que regresó como un boomerang al comprenderse en la investigación a quienes denunciaban. El epitome de la crisis fue el escándalo de audios en reuniones con el Contralor General de la República, lo que causó la renuncia de importantes ministros y el desprestigio de otros.
Un quinto error fue el cambio de visión respecto a las políticas de desarrollo. La economía peruana tiene, al mismo tiempo, un desempeño macroeconómico notable y una productividad baja y heterogénea. Coexisten en la economía, grandes segmentos de la población con bajísimos niveles de productividad y otros grupos de productores más bien muy productivos. Esta es la base de la desigualdad de ingresos. El gobierno anterior introdujo dos elementos clave en la política de desarrollo: la estrategia de capital humano (destacaron los logros en educación y políticas sociales) y diversificación productiva (con importantes apuestas de infraestructura). La nueva administración reemplazó estos conceptos por los de destrabe y simplificación administrativa, renunciando a estrategias vitales para el crecimiento de largo plazo y un verdadero desarrollo, creándose así la imagen de un gobierno frívolo, desconocedor, lejano de la población.
Un sexto error ha sido lo poco que han aportado unos 112 decretos legislativos presentados por la PCM, tan esperados y tan anunciados. Por la magnitud de los cambios permitidos, se perdió una oportunidad única y el gobierno se creó la imagen de ser inefectivo. Existe desde entonces la sensación de un deterioro inexorable y de una situación donde las miradas no están puestas en las políticas públicas o reformas relevantes, sino más bien en factores externos como son la recuperación de los términos de intercambio en la economía global o los cambios en las expectativas de los consumidores por la clasificación al mundial de futbol, entre otros.
Un séptimo error ha sido la amplia sustitución de funcionarios públicos de calidad, aspecto impensable de una administración inicialmente percibida como tecnocrática. El desarmar los equipos de trabajo del sector público construidos a lo largo de diferentes administraciones y sustituirlos por personal procedente de instituciones vinculadas a las grandes empresas del país, han creado la percepción de priorización de la agenda del gran empresariado, de favoritismo, endogamia y elitización.
¿Cómo hacer para corregir los errores? Siempre es importante empezar por reconocer que se han cometido los errores. Puede ser también importante enfocarse en los mensajes y sus efectos sobre las expectativas. Finalmente, recuperar los cuadros técnicos y la visión de desarrollo en la práctica de políticas públicas.