diciembre 22, 2024

“Son avispados”

En 2007, Glicerio Felices visitó la Estación Experimental del Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA) en Puno. Formaba parte de una delegación ayacuchana invitada por CARE Perú a conocer la experiencia de la cadena de valor de la quinua. El INIA tenía un banco de semillas con más de 20 variedades. Glicerio compró dos sacos de quinua roja, dos de negra y dos de morada, y las llevó a Ayacucho, donde las sembró.

La primera cosecha fue muy mala. Las semillas estaban adaptadas a las condiciones climáticas de Puno, no a las de Ayacucho. Plantas que crecían hasta 1,7 metros, crecieron menos de la mitad. En 3 hectáreas, solo cosechó 1 TM. Pero descubrió una fuerte demanda por la quinua roja: un comprador ofreció comprarle 60 TM a un precio muy alto. Por ello, junto con tres amigos, fundó Wiraccocha del Perú, una empresa líder en quinua orgánica con ventas anuales que superan los US$ 12 millones.

Wiraccocha tiene un modelo de negocio inclusivo. Casi no cuenta con campos propios: compra a 1.450 pequeños parceleros (de 170 comunidades de Ayacucho, Apurímac y Huancavelica) que tienen 3.000 hectáreas en conjunto. Tiene contacto permanente con ellos, les brinda asistencia técnica para mantener las certificaciones y los ayuda con el financiamiento (mediante cooperativas de ahorro y crédito).

El impacto económico y social es claro. Un buen productor de quinua roja obtiene 2 TM/ha, que vende a S/ 4,5-5/kg. Descontados los costos de producción y financieros, un minifundista promedio con 2 hectáreas puede obtener más de S/ 10.000 anuales de excedente. Ello ha permitido acumulación. Se han comprado tractores e instalado sistemas de riego. Y ha empezado a producirse migración inversa: los hijos, que se habían ido a la ciudad a hacer mototaxi, han regresado al campo, donde ven un futuro. Algunos son técnicos agropecuarios.

La articulación de pequeños parceleros en cadenas agroexportadoras no se limita a la quinua. En el mismo Ayacucho ––como en otras regiones––, se están abandonando cultivos poco rentables para sembrar palta Hass para exportación. Como la cosecha de Hass en la sierra es temprana ––en verano, antes de que entren los exportadores de la costa––, pueden colocarla a buenos precios. Empresas como Westfalia Fruit Perú (antes Camet Trading) trabajan con pequeños productores y les brindan asistencia técnica y empresarial para mejorar sus rendimientos (idealmente, más de 12 TM/ha) y obtener certificaciones Global GAP grupales.

Y, en la selva central, cada vez más minifundistas siembran jengibre (kion). Este año exportaremos más de US$ 60 millones, frente a US$ 4 millones en 2012. Vamos camino a ser el segundo mayor exportador mundial de jengibre. Empresas como Elisur Organic SAC articulan a pequeños productores que pueden lograr excedentes anuales de S/ 15.000/ha.

Estas (y otras) historias dan cuenta de una transformación estructural incipiente en nuestra pequeña agricultura, iniciada por empresas medianas tractoras que han creado cadenas de valor y provisto asistencia a pequeños productores.

Pero el porcentaje de minifundistas en cadenas modernas es aún reducido (menos del 10%). Elevarlo sustancialmente requerirá más apoyo del Estado. Hasta el momento, este ha sido esporádico. Están el Senasa y Sierra Exportadora —ocasionalmente—, PromPerú ––con patrocinio para participar en ferias internacionales––, algún fondo público concursable y alguna investigación aislada del INIA. Nada cercano a una política pública articulada. El Estado podría centrarse en tres áreas:

Se tiende a pensar que nuestras MYPE rurales no tienen futuro. Que la solución sería generar empleo en empresas grandes y modernas que absorban a los autoempleados de subsistencia. Si bien el crecimiento de empresas grandes y modernas es indispensable para el desarrollo económico, no todos los pequeños parceleros quieren ser empleados de una. Muchos tienen la voluntad y las capacidades de prosperar insertándose, probablemente de manera asociada, en cadenas dinámicas. Como diría Glicerio Felices, quien sabe mucho de estos temas: “No hay que subestimarlos, son avispados”.