diciembre 3, 2024

Un experimento en ideología

Los ganadores del Nobel de Economía de este año (Card, Angrist e Imbens) innovaron en experimentos naturales. Estas son situaciones en las cuales eventos fortuitos o cambios en políticas públicas resultan en tratamientos diferenciados entre grupos de personas comparables, y por tanto, se asemejan a ensayos clínicos (grupo experimental y de control). Esto permite identificar relaciones causa-efecto, algo usualmente difícil de lograr.

La aplicación de esta metodología actualmente es amplia, por ello es relevante la alusión. El Gobierno pareciera habernos sometido en estos dos meses y medio a los peruanos, pero especialmente a los más pobres, a un “experimento natural” en ideología, sin importarle las consecuencias en reducción de bienestar por pérdida de poder adquisitivo debido al efecto cambiario sobre precios y a oportunidades de empleo perdidas por menor inversión privada.

Las relaciones causa-efecto en este inicio de gobierno son evidentes, empezando por el tipo de cambio. Se dispara de inmediato tras la designación del gabinete Bellido, y se desinfla a igual velocidad tras su salida. Pero hay otros indicadores de alta frecuencia, no tan visibles para los no economistas, que han mostrado un comportamiento similar: riesgo país/CDS, curva de rendimiento soberana (costo de endeudamiento del Gobierno a distintos horizontes), acciones, etc. Aún ahora y pese a la evidencia, el Gobierno no pareciera internalizar las consecuencias de sus acciones, atribuyéndolas mayormente a terceros (especulación, sobrerreacción, etc.), sin asumir su responsabilidad.

Lamentablemente, la recuperación de expectativas e indicadores económicos y financieros ha sido solo parcial, por lo menos hasta el momento. Desde antes de la designación del gabinete Bellido, conforme el presidente Castillo empieza a subir en las encuestas, estos indicadores inician un deterioro fruto de la creciente incertidumbre, que no se ha disipado plenamente. Es cierto que también hay otras economías emergentes que han mostrado deterioro en estas variables, pero ello no explica la magnitud de lo ocurrido en el caso peruano.

Tomemos el tipo de cambio nuevamente. Hasta el cambio de gabinete, el sol era la moneda emergente (quizás con excepción de la lira turca, no comparable debido a alta inflación) que más se había depreciado desde inicios de marzo. Ello pese a una intervención masiva del BCR (a diferencia de otros bancos centrales), lo cual evitó una disparada aún mayor, en una moneda tradicionalmente estable y con niveles récord de exportaciones, que históricamente generan presión apreciatoria. El resultado es que aún tras la reversión del “efecto Bellido”, el sol sigue entre las cinco monedas emergentes más depreciadas en este periodo.

Algo análogo ocurre con los otros indicadores antes señalados. Por ejemplo, el MEF ha realzado la sobredemanda en la emisión de bonos soberanos la semana pasada. Pero el resultado es más mixto de lo que señala. La emisión fue por un monto menor (170 millones de soles). Una gota comparada con las decenas de miles de millones de endeudamiento necesarios este año (y los próximos), y ello tras cinco meses sin realizar ninguna emisión con lo cual había demanda embalsada. Si comparamos las tasas de la colocación obtenidas en esta subasta contra las obtenidas para estos mismos vencimientos pre-ascenso de Castillo en encuestas (febrero de este año), la subida en tasas exigidas al Gobierno peruano es muy fuerte: de 2.86% a 5.26% en el bono 2029 y de 4.08% a 5.80% en el bono 2032. Más aún, cabe preguntarse, ¿si se hubiese ampliado el monto de colocación dada la “gran demanda”, hasta dónde hubiese subido la tasa? Perú sigue siendo un país grado de inversión y, por tanto, va a tener acceso a financiamiento. Ese no es el punto, sino la tasa que tenga que pagar. Y nuevamente, solo parte es por condiciones internacionales o la subida de tasas locales (realizadas y esperadas) por parte del BCR.

Otro caso emblemático del cual podemos extraer lecciones en tiempo real es Chile. Es el país de mejor calificación crediticia de la región, pero que ha sufrido uno de los deterioros más pronunciados en sus indicadores financieros este año. Ello no es casualidad pues Chile ya está inmerso en su propio “experimento natural” denominado “Convención Constituyente”. ¿Se necesita más evidencia?

La remoción de algunos de los actores más confrontacionales del Gobierno (aunque han ingresado otros cuestionables), y alejarse en discurso de algunas de las propuestas más radicales, ha bajado parcialmente la incertidumbre y revertido también en parte el deterioro de indicadores. Pero no olvidemos que casi hacemos la trifecta en rebajas de calificaciones crediticias, y en dos casos, la decisión fue posterior al cambio de gabinete. Una parte es herencia de gestiones previas, pero hay un claro componente imputable al actual Gobierno. Y de acá en adelante lo que ocurra será su responsabilidad (casi) exclusiva.

Hacia adelante los mensajes no van a bastar si no están acompañados de propuestas y acciones concretas y coherentes, que están largamente ausentes. Generar inversión privada en el sector real demanda un grado de confianza mayor que comprar un bono que se puede vender mañana. Esa es una diferencia sustancial que el Gobierno debe entender.

Con la recuperación parcial de expectativas se le abre al Ejecutivo la oportunidad de corregir el fondo de sus políticas. Ya se ha demostrado en el pasado que es posible (y necesario) romper la inercia (política social, diversificación productiva, reformas de capital humano, entre otras) de manera responsable para reducir brechas e igualar oportunidades. Con precios récord de nuestras exportaciones, la economía podría volar y abrir espacios para impulsar estos justos objetivos. Ojalá el Gobierno no siga desperdiciando un entorno tan benigno que no se sabe cuánto tiempo durará.

Original publicado en Gestión.