Un mundo masculino
Durante mucho tiempo fui la única mujer en la Gerencia Legal de OSITRAN. Tuvieron que pasar casi quince años de regulación económica en el Perú para que, en setiembre de 2012, me tocara ser la primera mujer elegida- por concurso público de méritos- para la Presidencia de un Organismo Regulador.
Antes de eso, Leonie Roca –hoy Presidenta de AFIN- fue designada, tras la renuncia de Alberto Pasco-Font. Hoy, Verónica Zambrano es la tercera mujer que preside la institución. Sin embargo, esta presencia femenina a nivel directivo en OSITRAN ha sido una excepción en el mundo de la regulación. ¿Qué pasó en el sector? Si uno revisa en la web, encontrará que solo hemos tenido dos mujeres al frente del Ministerio de Transportes y Comunicaciones, Elsa Carrera y Verónica Zavala. ¡Dos en toda nuestra historia republicana! Y, ¿en los gremios? Yolanda Torriani Preside hoy la Cámara de Comercio de Lima. Antes Graciela Fernández Baca fue la primera mujer en presidir dicho gremio. Solo dos mujeres en ciento treinta años de historia de la CCL.
En los veinte años que trabajé en el Estado, solo una vez interactué con una CEO mujer, al frente de una empresa concesionaria de infraestructura de transportes, Carmen Benítez, de la Hidrovía Amazónica. Podría seguir y señalar cuán escasa es aún la presencia de mujeres en cargos directivos y gerenciales en el mundo del transporte: aerolíneas, agencias marítimas, operadores logísticos, transportistas, asociaciones de usuarios. Sin embargo, no es solo un tema de acceso a estos cargos. Ejercer el liderazgo en un mundo tan tradicionalmente masculino no es una tarea fácil, y es frecuente enfrentar respuestas hostiles vinculadas con el género, y recibir críticas que ante la misma circunstancia nunca harían a un hombre. Y, ¿qué hay de las usuarias de la infraestructura de transportes? De acuerdo al BID, más de la mitad de las usuarias de los sistemas de transporte público en ciudades Latinoamericanas son mujeres. Son usuarias más constantes y dependientes del servicio del transporte público, y en una mayor variedad de horarios que los hombres. Son, además, usuarias que deben padecer un mal casi exclusivo de su género: el acoso sexual.
En este escenario, acortar las brechas de la igualdad de género y promover servicios de transporte más inclusivos y seguros para las mujeres es una meta crucial que debemos exigir al Estado, pero también a nosotros mismos, cada día.